
A LA UNIVERSIDAD QUE YA ES HORA
Por Celeste Aquino
Por Celeste Aquino
Agosto marca el ingreso de los nuevos bachilleres a la mayoría de nuestras universidades, exceptuando aquéllas que se rigen por planes de estudios especiales. Tales como los sistemas andragógicos, que se han convertido en una opción para aquellos estudiantes adultos, que quizás por necesidades económicas asumieron la responsabilidad del desempeño de un trabajo a destiempo o la formación temprana de una familia, viéndose entonces en la necesidad de recurrir a estas modalidades de enseñanzas que son las que más se ajustan a su tiempo disponible y responsabilidades.
Pero hablemos de ese estudiante que ingresa por primera vez a estos centros académicos, ese adolescente que aprobó las Pruebas Nacionales, que llega lleno de ilusiones a las aulas universitarias, que piensa descubrir un mundo nuevo en el que se siente más adulto, que ya se libera del toque del timbre en la entrada y en los cambios de clases, del seguimiento más de cerca que les daban sus profesores en sus aprendizajes; de enfrentar una que otra vez una reunión poco agradable con el Encargado de Disciplina del colegio o un reproche del Director. Pero aún lo más importante para ese chico o chica es que él o ella, hasta cierto punto, queda fuera de la vigilancia académica de sus padres.
Pues bien, para él se abren dos caminos: Suponiendo que escogió correctamente su carrera, que sea “un buen estudiante” o “un estudiante normal”, porque la universidad también tiene sus reglas y quizás más estrictas que en el colegio. Él será tratado como un adulto, por lo que será responsable de sus aprendizajes, no porque no se cuente con profesores que se desvivan por lograr lo máximo del alumno, sino porque son sistemas diferentes en cuanto a la alternabilidad de los horarios en los que se imparten la docencia, los sistemas de planificación, evaluación, entre otros. De manera, que un estudiante que ingrese a las aulas universitarias, asumiendo desde el principio que ha llegado a un “Centro de Estudios”, seguirá el camino del éxito. Así vemos como se gradúan tan jóvenes como ingresaron.
Ahora pasamos a un segundo tipo de estudiante, que es aquél que asiste a la universidad porque los llevan sus padres o porque es el nivel que le sigue al bachillerato: la “Educación Superior”. Ése es el estudiante que se descuida, ya que no tiene los controles y vigilancias antes mencionados. Se le podría aplicar el refrán que reza: “Está en sus aguas”. Ese estudiante, sin lugar a dudas, está destinado al fracaso.
Sin embargo, es oportuno aclarar que las universidades hoy en día son centros de enseñanzas en donde no solamente se imparten las asignaturas que desarrollarán las competencias necesarias para que el estudiante triunfe en la profesión que escogió, sino que también las mismas acogen al alumno con todo el calor humano, con toda la comprensión y el afecto. En donde conjuntamente con los conocimientos que se imparten se desarrollan los valores necesarios para su formación integral.
Finalmente, terminaré esta breve reflexión con una frase que les comento a mis estudiantes como una forma de alerta el primer día de clase. En ese primer contacto en el que profesores y alumnos se presentan, estableciendo una relación de camaradería y de compromiso académico. En la que el profesor entrega el programa de clase conjuntamente con la planificación de la asignatura a impartir y traza las pautas que regirán el semestre. La mencionada frase reza así: “La universidad te hace libre para triunfar, pero también te hace libre para fracasar”. Espero que tú, joven estudiante elija la primera opción.
Felicidades, Celeste me parece muy acertada tu reflexión sobre el ingreso de nuestros jóvenes a las aulas del nivel superior, se sienten grandes y responsables de sus actuaciones.
ResponderEliminarMinerva:
ResponderEliminarEs cierto, actúan como adultos hasta que no le publican la nota.